Pausas de Café en Buenos Aires

Hace tiempo que el café dejó de ser solo una bebida para mí. Es más bien un ritual, una pausa, un momento que se impregna en la rutina. Cuando iba a la universidad, tenía un “cuaderno de café” (bueno, así decía en la portada), y lo usaba como un journal. En casa, todas las mañanas empiezan con el aroma a café recién hecho y pan tostado. Mi mamá usa una moka italiana enorme, y yo solía verla como un objeto de la casa, algo cotidiano y familiar.

Hasta que, por casualidad, alguien me regaló mi primera moka italiana, una versión pequeña, solo para mí. Y ahí empezó todo. Me introduje en este mundo y probé café de distintos lugares, con distintos sabores, cultivados en diferentes alturas sobre el nivel del mar. Mi papá se reiría diciendo que ahora me creo experta en café, pero en realidad, solo me gusta. Aunque debo admitir que llegué al punto de comprarme una prensa francesa e intentar hacer cold brew en el verano. Muy sofisticada. Me río sola de esto.

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Así que cuando viajé a Buenos Aires, no solo exploré la ciudad, también exploré sus cafés. Quise conocer más, probar más, detenerme en más rincones de la ciudad. No llegué a visitar todos los que tenía en mente, pero si tienes recomendaciones, son más que bienvenidas.

Buenos Aires tiene algo curioso con el café: sus pequeñas cafeterías parecen estaciones de paso. La gente entra, se toma un café y sigue con su vida. Es una pausa en el ritmo acelerado de la ciudad, pero no una de tres o cuatro horas, sino pequeños momentos robados al tiempo.

Como aquella vez que fui a un café después de correr y vi a dos chicas charlando trivialidades, riéndose mientras compartían un café. No fue más de una hora. O aquella otra mañana, en otro café, donde una mujer joven le contaba a una señora—quizás su madre—sobre un viaje que estaba planificando. La señora la aconsejaba, asentía con la cabeza, y en menos de una hora, la charla terminó. También vi a un runner que hizo una pausa breve, contemplando el ambiente, tomando dos o tres sorbos de su café antes de seguir su camino.

La vida se detiene un momento en ese sabor y aroma tan especial que tiene el café. Así vi a Buenos Aires, cuando me senté en un café. A veces pensamos que las grandes ciudades corren a mil por hora, pero también tienen sus pausas. Y es hermoso detenerse, escuchar, observar al otro o simplemente pensar en uno mismo y en lo que viene.

¿También te gusta hacer pausas con un café? ¿Cuál es tu lugar favorito?

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