Fuiste chispa, fuiste fuego, fuiste espejo
Una carta que nunca te di, pero que arde cada vez que la releo.
Fuiste una chispa.
Fuiste fuego de verano.
Fuiste espejo.
Fuiste todo eso que pensé que ya no existía.
Me dejaste pensando en vos todo el día.
Y no me arrepiento.
Porque hacía mucho que no sentía así.
Pensé que el dolor me había corrompido el alma,
y que ya nunca —
ya nunca más —
iba a sentir de esta manera.
Hiciste vibrar cada parte de mi cuerpo
y ni siquiera te acercaste.
Tu sonrisa me volvió loca por unos segundos.
Y verte, aunque sea una hora,
hacía que todo mi día valiera la pena.
Sonreía como una tonta,
porque despertaste esa chispa.
Ese fuego que yo pensaba que se había apagado.
Que un idiota se había llevado.
Y así como fuiste chispa,
te fuiste.
Pero cuando te recuerdo —
cuando te me cruzás en los pensamientos —
se enciende otra vez ese fuego.
Ese fuego tan hermoso
que a veces tiene tu nombre
y otras veces no,
porque es mío.
Porque es como me siento.
Y quizás Neptuno lo entienda,
y juguemos a este juego de ilusionarse una vez más.
Y cante mis canciones favoritas a todo pulmón,
solo porque vos encendiste esa chispa.
Porque fuiste chispa,
fuiste fuego,
y fuiste espejo
en un cálido día de verano.